Ablación

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«Desde hace más de 3000 años, las familias creen firmemente que una joven a la que no se le ha hecho la ablación es impura… porque lo que tenemos entre las piernas es impuro… y debe ser extirpado y cerrado después como prueba de virginidad y virtud. La noche de bodas, el marido coge una cuchilla o una navaja, y corta, antes de penetrar por la fuerza a su esposa. Si no se hace la ablación a una mujer, no se casa, y por consiguiente, es expulsada de su aldea y se la trata como una puta. Esta práctica continúa, a pesar de que no figura en el Corán…»

(extraído del fragmento de la película Flor del desierto)

Como en un cuento de hadas, Waris Dirie se convirtió en una de las top models más solicitadas de la época. Nacida en Somalia entre pastores nómadas, recorrió un camino fascinante que la llevó desde los desiertos del noreste de África hasta las pasarelas y revistas más prestigiosas. Mientras trabajaba en un restaurante de comida rápida, fue descubierta por el famoso fotógrafo Terry Donaldson. La ambiciosa agente Lucinda supervisó su transformación en modelo.

Pero detrás de la brillante fachada de la nueva vida de Waris se escondía un destino conmovedor. A pesar del éxito, Waris no podía deshacerse del peso de un terrible secreto. En la cumbre de su carrera, reveló públicamente que había sido víctima de la ablación. Su historia despertó una oleada de simpatía y controversia, por lo que decidió dedicar el resto de su vida a luchar contra esta tradición inhumana.

(sigue leyendo en Flor del desierto – Sinopsis Golem.es)

Fatou no sabe a qué edad la mutilaron. Debió de ser a los pocos días de vida, no recuerda nada. Sólo sabe que fue su abuela la que le practicó la ablación, porque ésa es la tradición entre los mandinga, la etnia de la que proviene. Le ha costado 26 años recuperar su vida, esa vida feliz que llevó hasta los 13 años, cuando se dio cuenta de que no era una chica como las demás. Entonces empezó su calvario: 26 años de sufrimiento y de rabia, de mentiras con las amigas para que no se dieran cuenta de lo que le pasaba, de vergüenza al entrar en cualquier consulta médica, de noches sin dormir y pastillas, de falta de ganas de tener relaciones sexuales, de falta de ganas de vivir.

«Este infierno se vive en silencio», explica con la mirada firme, «es como estar en una tumba, incomunicada».

A sus 39 años, ha vuelto a la vida. Ha recuperado la ilusión, las ganas de relacionarse. Ha descubierto las posibilidades de su sexualidad. El pasado septiembre le hablaron de la operación de reconstrucción genital que el doctor Barri Soldevila practica en el Instituto Universitario Dexeus. No pudo dormir en toda la noche. A la mañana siguiente estaba en la clínica. Un mes más tarde entraba en el quirófano: «Dormir, despertar y ser ya otra, el sueño de toda una vida», dice Fatou con una sonrisa. «Si hoy me muero, me muero feliz».

(sigue leyendo en Ablación, silencio y esperanza – elpais.com)

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